En cuando a la narrativa de la trilogía, el jumpscare no es gratuito en lo absoluto, es mucha la información que se puede recavar mediante dicha escena, y explica mucho de la naturaleza de esta historia. Para ese momento, la película va por la hora y media (tan solo la mitad en la versión extendida de cuatro horas) y no sabemos a ciencia cierta la extensión del poder del anillo.
Sabemos que controla la voluntad de cada ser consciente y tiene poderes místicos aun incompresibles, pero también entendemos que Frodo, al ser un corazón tan puro, parece ser el único que se resiste a su inmenso poder de seducción. Es aquí cuando el público se pregunta, ¿de verdad es tan poderoso? Frodo parece llevarlo bien. Gandalf es demasiado sabio para acercarse al anillo, por lo que nunca sería un blanco de su poder. Sin embargo, alguien parecido a Frodo es Bilbo, y tras tantos años de portar el anillo, el jumpscare nos deja ver que incluso los corazones más puros son facilmente manipulados por este. Por primera vez sentimos que lo mismo le puede ocurrir al joven hobbit, a cualquiera, de verdad tiene mucho poder.
Eventualmente la escena pasa de ser terrorífica a ser bastante triste, pues Bilbo parece recupera la compostura y rompe a llorar (con una actuación impecable de Ian Holm), se disculpa con Frodo y se lamenta de haber puesto a todos en peligro. El público siente cómo el anillo le destruyó mentalmente de forma irreparable, es un objeto que hace miserable a todo aquél que se le acerca.
La trilogía tiene momentos de todo tipo y la forma en la que Peter Jackson maneja el terror es magistral; como cuando aparecen los Nazguls por primera vez, o la transformación de Gollum al ser desterrado de la Comarca. El Jumscare de Bilbo, a pesar de lo superficial que pueda parecer, le dicta a la audiencia cómo debe ser visto el anillo: Un objeto terrorífico, que daña lo que es puro y que puede provocar lo mismo en el protagonista que veremos durante 3 películas enteras.